Existen dos razones para vivir
Vivir por amor o vivir por miedo.
Estas dos razones emergen del hecho de que en el mundo material nada es permanente. En diez mil años nadie se acordará de nuestras hazañas, nuestras historias o nuestros dolores. Hasta las civilizaciones y personas más poderosas serán convertidas en polvo.
La impermanencia de nuestro ser nos deja dos opciones.
La primera opción es preocuparnos por nuestra pequeñez, temiendo a la muerte y creando barreras para intentar evadir lo inevitable. Algunos intentan protegerse; acumulan dinero, poder, y posesiones, creando «seguridades» que absorben su vida para mantenerlos vivos. Otros intentan inmortalizarse; escribiendo libros, creando monumentos, destruyendo vidas o construyendo imperios. Estos intentos son más efectivos que acumular cosas, pero consumen la vida propia con el fin vivir en la memoria de otros. La memoria es más duradera que la vida y sin embargo también es finita. Las civilizaciones caen, el poder se pierde, la gloria se olvida.
La segunda opción es estar conscientes de la muerte y aceptarla, haciendo que cada segundo cuente. ¿Si fueras a morir hoy, qué harías? Probablemente la respuesta incluye actos de amor; despedirte de alguien, compartir con un amigo o experimentar algo que nunca has hecho. Vivirías en el momento, no estarías pensando que te vas a morir, no te estarías protegiendo, no perderías tu tiempo comprando cosas. Ésta es la manera realista de vivir, porque en realidad morimos cada segundo, cada momento, cada día. Estar conscientes de ésto nos hace regocijarnos en cada momento. Ser conscientes de que podríamos morir en cualquier momento nos ayuda a evitar peleas y nutrir nuestras relaciones, para así nunca arrepentirnos de que no vivimos una vida plena o de que no nos pudimos despedir de alguien que murió inesperadamente.
«Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte»
-Octavio Paz.
Solo existe algo seguro en todas las vidas. Te vas a morir. La primera opción es vivir con miedo a la muerte, morir el doble por no haber vivido. La segunda opción es vivir con amor a la vida presente, olvidarse del pasado, del futuro y de la muerte, para que cuando ésta llegue, podamos morir bailando. De este modo, si es que existe algo después de la muerte despertaremos también bailando.
El miedo vive en la ilusión de que las cosas pueden volverse permanentes, de que si nos aferramos, éstas llegarán y estarán ahi por siempre, de que es posible mantener la perfección sin mantener errores. El miedo nos hace aferrarnos a lo inalcanzable, perdiéndonos en memorias y anhelos que ya no existen y tal vez nunca existirán. El miedo es una muerte prematura, ya que el miedo nos hace olvidarnos de vivir plenamente. El miedo es vivir en lo que no existe.
El amor actúa desde el punto de vista de que aunque todo se perderá algún día, vale la pena disfrutarlo en el momento, mantenerlo para que no se desintegre y nutrirlo para que crezca bonito. Curiosamente ésto no evita que nada se pierda, cualquier objeto al ser nutrido es transformado en algo diferente, algo mejor. Una semilla bien cuidada es consumida para transformarse en un árbol.
«Quiero morir como las águilas en pleno vuelo, mirando de frente y de cara al sol».
-Canto de temazcal
El miedo y el amor son una muerte, porque las dos transforman. La oruga al entrar al capullo es digerida. La oruga deja de ser, muere, pero se convierte en una mariposa. Si la oruga tuviera miedo se quedaría siendo oruga y aún así moriría. La decisión que hay que tomar es morir como oruga o como mariposa.
El miedo también es amor, pero es un amor hacia lo que no existe, hacia lo que ya pasó, o a lo que podría pasar. Sólo podemos observar una cosa a la vez. Así que el miedo nos hace olvidarnos de lo que tenemos enfrente. Nuestra máxima libertad es la observación. La mayor decision de cada vida se encuentra en dónde colocar nuestra atención. Podemos observar lo que tenemos enfrente, trabajarlo, arreglarlo, nutrirlo, sanarlo, disfrutarlo y hacerlo crecer, o observar lo que no existe, vivir con el miedo y la impotencia de no poder a hacer nada al respecto y olvidarnos de lo que realmente importa; el momento presente.
Curiosamente, el amor nos vuelve infinitos, al vivir siempre en el presente, éste nunca acaba. Se acaban las dudas, el miedo, las mentiras, las preocupaciones y uno empieza a vivir regocijándose en cada momento, porque no existe nada más.
Y tu, ¿Dónde quieres vivir? ¿En la realidad del amor, o en la ilusión del miedo?
Ilustración: Sofía Probert